Crónica de las primeras nortes del 2023

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Por Bruno Monteferri

La previa

Después de cinco subidas y bajadas cual ekeko por la trocha de la casa, finalmente todas las cosas estaban ordenadas y las tablas en el techo listas para ser amarradas. La última bajada la hice mirando todo con ojos de despedida. La catarata de Gocta con las justas tenía agua. Esa mañana todas las orquídeas se pusieron de acuerdo y decidieron florecer, pintando el valle de blanco. Un espectáculo. ¿Cómo se comunicarán para hacerlo todas a la vez? – preguntó Christel.  La magia del mundo fungi bajo la tierra, las nubes grises de la noche anterior que les hicieron creer que finalmente llovería, son las teorías que más nos convencieron, aunque las teorías de Flora definitivamente le ganaron a las nuestras…

Todos le dijimos chau a @casagocta y a la catarata, esperando que llueva en los próximos días. 11 horas de manejada a ritmo tranquilo nos separaban de Talara, nuestro siguiente destino.

Llegamos a Cabo Blanco con las primeras olas del “swell de Marcio”, un brasileño de sonrisa inmensa, que falleció en Nazaré y que marcó la senda de correr las montañas de Jaws en Maui a remo.  El primer encuentro en “el mejor lugar del mundo” fue con Lucciano Herrera, aka el Cuy, amigo de la infancia y gran tubero que fue mi sensei la primera vez que corrí Panic Point y a quien cada vez que veo recuerdo avanzando en unos barriles turquesas en una tabla sin punta, en la mítica Playa Grande, en un campamento que será materia de otra crónica.

El cuy me dijo que Cabo seguía cerrado pero que se metió unas buenas visiones frente al Black Marlin.  Esa tarde las olas comenzaron a manifestarse, pero la energía con la que amaneció el día siguiente fue algo que yo no había vivido.

Día D

Después de lidiar con la indecisión toda la noche e incluso mientras salía de la trocha de Vichayito, sin saber si irme más al norte, hacia Cabo o Negritos, nuevamente me hallé manejando rumbo a los brazos de “la reina del norte” mientras empezaba un nuevo amanecer. Las olas que vi en el camino desde El Ñuro a Cabo, fueron la confirmación de que esta crecida venía con una fuerza descomunal.

Photo: Alejandro Müller

Al llegar a Cabo una ola se metió un super escupitajo e hizo que Mateo, Cristo, Noah, y dos junior chargers, nos metamos al agua en una. Noah dio que hablar en esa crecida con uno de los mejores tubos del swell y Cristo, ni que decir. Junto a Miguelito, Harold, Toto, Bruno Mesinas y Lucca, dieron un master class sacándole tubos con salida a una de las facetas más caprichosas que Cabo ha mostrado.

Había un poco de viento norte en Cabo pero frente a Black Marlin las olas parecían sacadas de un cuadro de Caporalli. Me acordé del Cuy y empecé la sesión siguiendo sus pasos. Después de algunas olas que se dejaron correr pero que terminaron bien violentas, fui al point de Cabo.  Solo quedaba Mateo en el agua. Cabo estaba pasado de vueltas. Series de hasta doce olas, algunas con 3 palos bien puestos. Harta agua moviéndose. Mateo se tiró un par literalmente de cabeza, la última con la que salió, ni él sabe cómo la bajó. A mi me cayó una serie de 8 olas en la cabeza que me dejó trapo y decidido a buscar mejor suerte en otro lugar. Mientras tanto, los pescadores se tiraban al agua buscando salvar sus embarcaciones, tres terminarían destruidas al final de esa mañana (Esta semana FONDEPES ha aprobado un fondo de emergencia para apoyar a los pescadores afectados por la la crecidas.). Una de las pocas sesiones en las que he estado en Cabo y que realmente daba miedo. Cuando salimos Andrés Schwalb se metería una solo-session bien taypa, como le gusta.

Como nota al pie, Andrés más conocido como Schank, es fotógrafo, DJ y uno de los bodyboarders más serios del Perú. Su CV incluye unos slabs verídicos en West Oz, que para muchos serían una pesadilla. Nos conocimos inéditamente en Playa Grande, yo estaba corriendo solo, y él llegó con el mismo plan. De ahí coincidimos en un viaje a El Gringo. Cuando yo me fui a El Buey, él se quedó como perro con dos colas en El Gringo desatado. El próximo encuentro sería en el País Vasco. Una semana entera se quedó seco porque las olas no lo convencían y se quedaba chorreado en la arena o en el carro. ¨Que pai¨-  me acuerdo de haber pensado. De pronto llegamos a un slab bien maloy llamado La Central, y ni bien vimos la primera ola reventar contra el reef, Schank ya estaba con wetsuit puesto y bajando disparado por el acantilado.

De vuelta al norte. Eran las 9 am y decidimos probar suerte al sur de Cabo. Cuando llegamos las condiciones seguían buenas, pero ya había un poco de viento. No había nadie, salvo Alonso Ruiz, que sin mucha fufulla y derrochando talento, venía dibujando líneas con su estilo único en unos derechones desde el amanecer. Alonso estaba usando una 7 pies twin que le había prestado Manolo, su papá, que junto a su hermano estaban atestiguando una sesión para los libros, desde la arena.

Photo: Alejandro Müller

Mateo, fiel a su necedad, entró, y decidió irse en la más grande y cerrada que entró, rompiendo con las mismas su 6.10 y teniendo que tramitar una 7 pies para la siguiente crecida. Esa mañana, mientras veíamos los picos entrando sin parar y la mayoría rompiendo solos, algunos kilómetros más al sur 100 personas se jugaban la vida frente a la estación de bomberos de Negritos y decenas de cámaras que grabaron cada instante.

La réplica

Las olas no pararon los siguientes ocho días. Mientras Bomberos fue la playa de moda, dejando lesionados, tubos míticos y anécdotas para contar por años, hubo quienes se fueron a buscar suerte en otras latitudes. Roger, Harold, Alejo Loret de Mola, Toto, Joaquín Castagneto, Adrián Gallardo y Augusto Villarán, fueron de los más fieles a Cabo, haciéndole la guardia y algunos con un promedio de tres sesiones por día. Coquito Herrera, sorprendió con una sesión en el desierto. En Pico Point, vi unos tubos de la magnitud de los de Cabo. Hubo varias sesiones de lujo en La Vuelta. Los Chávez, Tomi Wilhelmi y Jaime Pablo Rizo Patrón, entre otros, se metieron una ganada de aquellas más al norte. En Máncora había olas de más de 2 metros, que nos salvaron a quienes tuvimos que dejar a los peques en los talleres de verano, y dejaron en claro donde nunca se debió permitir construcciones.  El varadero de El Ñuro volvió a lucirse a costa de generar serios estragos en el muelle de pescadores. Fonchis Point, El Bajo y hasta la ola frente a Nirvana, se activaron, aunque no hay registro de quienes decidieron probar suerte. Y a lo largo de Tumbes, varios sitios echaron luces, recordándonos que cuando entra una norte de esta envergadura, al norte nunca le faltará magia para regalar y que siempre paga salirse de la rutina.

Gracias especiales a los fotógrafos, especialmente a Alex Muller por las fotos y videos para esta nota, y haber estado solo en el muelle en Cabo varias madrugadas cuando la mayoría estaba en Bomberos. Sin los fotógrafos, revivir estos momentos no sería lo mismo.

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